Todo comenzó cuando miraba. Siempre empieza igual. Todo nace cuando quieres verlo. La curiosidad humana es así de indómita: por más que quieras ignorar, nunca lo consigues.
Es el recuerdo diestro de una niña pequeña. Una niña que jugaba con los ojos a ver las grandes masas soberbias que se extendían, infinitas, y que anhelaban sumergirse en las esponjosas nubes.
¿Y cómo, aquello tan grande, lograba sostenerse? ¿Por qué las piedras de aquel puente romano, que carecían de un hormigón que las compactase, no caían al suelo y se hacían añicos? ¿Cómo era posible que los antiguos realizasen tan sensiblemente aquellas esculturas, que más parecían mimos humanos empolvados de talco que entes inertes de mármol?
Así discurría el pensamiento en la cabeza de aquella niña. Por supuesto, no cobraba la banal forma del verbo, sino que se manifestaba en forma de sentimientos, palpitantes destellos de emociones que la contemplación despertaba en ella.
Y mirando, mirando, mirando..., se hizo el anhelo de ser arquitecto.
Ya te leía hace años, ¿por qué no iba a hacerlo ahora?
ResponderEliminarAquí tienes a la primera seguidora :).
¡Tania! :) Eres tú, ¿verdad?
EliminarMuchas gracias por leerme :).
Sí, cierto: me leías hace años. Y así fue como comenzamos a ser amigas :). Lamento mucho no haber podido asistir a tu cumpleaños, pero ojalá te vea pronto, pueda darte un par de besos e invitarte a tomar algo, y charlar, que hace mucho que no lo hacemos.
Yo también trataré de seguir tu blog :).
¡Un beso y un abrazo enormes! (L)